miércoles, 21 de abril de 2010

CAMINO DE VUELTA


Ayer la casualidad quiso que pasara por la calle Vargas, casi a la altura de Cuatro Caminos.

" especialista en caramelos, bombones y frutos secos".

De repente, me fijé en una "vieja" pastelería, manejando ese adjetivo tan maltratado ultimamente, con todo el sentimiento y el cariño de "lo que perdura" y se convierte en parte de nuestra piel, de nuestra corteza, de nuestro pasado, acumulándose en algún lugar de la memoria, y por tanto en parte de nosotros mismos.

Pasé sin pararme en su escaparate, sin recrearme en la imagen del tendero que despachaba dentro a unos chavales.

Tuve tiempo, sin embargo, a mirar un segundo en su interior, todo igual que hace treinta años... las mismas baldas llenas de diferentes y coloridas golosinas (hoy "chuches") , el mismo mostrador.... Todo éra igual, aunque más tarde me convencí de que así lo quería ver yo.

Mientras seguía caminando calle abajo, se acumulaban los recuerdos, tan entrañables, tan queridos, en torno a esa misma tienda, de la mano de mi abuela, abuelita, Ita Angeles, cuando camino de vuelta a casa, entrábamos allí y nos compraba los "negritos", esos pastelitos que aun se siguen haciendo, de chocolate por fuera y rellenos de merengue, sobre la base de una galleta.

¡Qué orgullosa, mi abuela, abriendo su monedero negro, y regalándonos esos pastelitos !

¡ Cuánto cariño! que se acumulaba en unos niños, y que perdura al cabo del tiempo, aunque ella ya no esté, que nos hace crecer más fuertes, sabiéndonos queridos como los que más.

Qué importante sentirse querido de una forma tan gratuita, tan a cambio de alguna sonrisa y algún beso.

Qué primordial siempre, a cualquier edad, pero sobre todo en esos primeros años que forjan nuestro ser, nuestro temperamento y la forma en cómo apreciaremos las cosas en los años adultos.

Qué gran aportación de riqueza humana para nuestra madurez, para nuestra confianza, humor, serenidad, autoestima, calma, equilibrio, felicidad, sentido de lo justo, de lo necesario, juicio de lo suplerfluo y lo imprescindible...

Qué gran necesidad de la presencia de nuestros abuelos, cuando éramos los niños y nietos que ahora somos padres.

Volveré, no sé cuándo, a esa entrañable tienda, de la mano de mis hijos, a comprar unos negritos.

1 comentario:

ana inguanzo dijo...

A TI TE COMPRABA ITA NEGRITOS,Y A MI ME COMPRABA ACEITURRIANOS EN LA PLAZA DE LA ESPERANZA,CUANDO IVAMOS A HACER LA COMPRA,POR NO CONTAR CUANDO SE METIA EN MEDIO DE MARIUCA Y MIO,A LA VEZ QUE MARIUCA SOLTABA EL REMO POR ALGUNA TRASTADA,JEJEJEJE,ITA SIEMPRE NOS DEFENDIA ,UN BESO PARA TI Y PARA ITA DESDE DONDE NOS ESTE VIENDO.